BLOG LÍDER EN HUMANIDADES MEDICAS Y FILOSOFIA DE LA MEDICINA.- FUNDACION LETAMENDI- FORNS Comité Editorial: Francesc Borrell. Juan Carlos Hernández Clemente. Director del blog: F. Borrell Carrió; Secretario de Redacción: Juan Medrano Albeniz.

BOLETÍN IATROS ISSN 2014-1556

Este Boletín tiene por objetivo difundir y compartir comentarios de libros y artículos en Humanidades Médicas y Filosofía de la Medicina y difundir las actividades de la Fundación Letamendi Forns y Fundación Iatrós.

BOLETIN IATROS, SEPTIEMBRE 2013

Boletín Iatrós Círculo de Ciberlectura. 
INDICE.- Noticias.-
 Comentario de libros.- Mosterín J., Lo mejor posible. Racionalidad y acción humana. Alianza Editorial. Madrid 2008.- De Waal,Frans. Primates y filÓsofos: la evoluciÓn de la moral del simio al hombre . Bayés, R. (2012) Aprender a investigar, aprender a cuidar. Una guía para estudiantes y profesionales de la salud
Webs de interés.- OpenCourseWare (OCW) de la UNED.
Artículo comentado.- Avances en Neurociencias.
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 Noticias.-
 *Recovery & Social Justice Conference - 9th October 2013 at University of Central Lancashire, UK, healthconferences@uclan.ac.uk
 *Dialogues in Philosophy, Mental and Neuro Sciences has been published, it is freely readable at : www.crossingdialogues.com/current_issue.htm
*Royal College of Psychiatry Special Interest Group in Philosophy & Psychiatry Conference 3rd and 4th October 2013 in Edinburgh http://www.rcpsych.ac.uk/workinpsychiatry/divisions/rcpsychinscotland/meetingsandevents.aspx

 Comentario de libros.- 

 Mosterín J., Lo mejor posible. Racionalidad y acción humana. Alianza Editorial. Madrid 2008.-

 Mosterín empieza el prólogo de este libro declarando: “¿cómo vivir? Lo mejor posible. La estrategia para conseguirlo es la racionalidad” (pág 11). Mas adelante precisa el esfuerzo que se propone: “a lo largo de la historia reciente es posible observar cómo las discusiones en torno a un concepto que parece interesante e importante resultan estériles e inacabables por falta de claridad y precisión de ese concepto”. Por el contrario cuando logran exactitud devienen semilla de una teoria científica. Mosterín quiere con esta obra aportar luces sobre el concepto de racionalidad de la acción humana, y para ello seguirá el siguiente esquema: encontrar para cada uno de los conceptos clave, (a saber, racionalidad, creer, saber, conocer…) los usos que la gente hace de estos términos, precisarlos hasta donde sea posible, y engarzarlos en una teoría material de la racionalidad práctica, o traducido al castellano paladín: cómo hacer que nuestros actos sean mas racionales y nos conduzcan a la felicidad, (o al menos al bienestar).

¿Qué podemos entender por racionalidad? A lo largo de la historia se ha usado –según Mosterín- en 5 acepciones: como capacidad de usar un lenguaje, como capacidad de justificar con razones mis actos, como moralidad (los demás como fines y no medios), como manera de alcanzar la verdad y finalmente como la manera de alcanzar mis metas de manera óptima (capítulo 5). Mosterín apuesta por esta última acepción y establece como condición previa al uso de la racionalidad que existan varias alternativas en el curso de nuestra vidas, varios caminos que conduzcan a diferentes resultados. Suponiendo que nos importe el resultado final de nuestra decisión el ser humano se esforzará para decidir “lo mejor posible”. Para ello tiene que establecer unos fines propios, biográficos, acordes a sus necesidades e intereses. Estos fines en general serán próximos pero también pueden ser a largo plazo, y sobre todo en este último caso deberá trazar una estrategia para hacerlos realidad mediante logros mas o menos inmediatos. Eso constituye un Plan de Vida. 

El Plan de Vida tiene que ser coherente con estos fines y con la manera de lograrlos (viable), tiene que jerarquizar los fines (es decir, mostrar preferencias por unos en detrimento de otros), tiene que ser razonable (es decir, dispuesto a redefinir y revisar el plan), e interesado (en el sentido de respetuoso con las necesidades propias y de quienes nos rodean). Un concepto interesante que pone en juego para este Plan de Vida es que tiene que ser justo con las edades del sujeto. ¿Qué significa esto?, significa que no podemos lanzar cohetes y quemar nuestra salud en los años mozos, a costa del bienestar en nuestra edad adulta o en la vejez. El lector de este blog recordará que algo de eso analizamos en el libro de Gervás “Sano y salvo”. Debemos encontrar un equilibrio entre hedonismo y persecución de fines. Disfrutar de cada edad sin “pasarnos” ni quemar la salud, al contrario, pensando en las siguientes edades, planificando nuestro bienestar para las siguientes fases. De manera coherente la felicidad queda definida por dos componentes: un componente de goce o placer, es decir, un componente hedonista, y otro componente de satisfacción por las metas conseguidas.

 Lo mas complicado del asunto, como imagina el lector, es establecer estos fines. Cada persona tiene que definir en su estrecho margen de libertad individual lo que para él/ ella es “bueno”, por lo que deberá desarrollar cierta racionalidad teórica, (como apuntaba Mc Intyre). En esta tarea Mosterín destaca el papel que juega aceptar o rechazar creencias, lo que el autor llama “aceptaciones”. Las creencias pueden ser explícitas o implícitas. Si digo creer en la bondad de las personas me refiero a una creencia explícita, si procedo a conducir un coche uso para esta actividad muchas creencias implícitas, por ejemplo que podré frenar accionando la palanca del freno. Las creencias explícitas o conscientes puede a su vez ser dubitativas o asertivas, en tanto las implícitas pueden ser subconscientes o preconscientes. A su vez las creencias explícitas pueden ser justificadas o no justificadas. Las creencias justificadas serían este tipo de creencia que Mosterín llama “aceptaciones”, un tipo de creencia que no vendría dictada por las emociones, sino por la voluntad de discernir y quedarnos con la opción mas lógica o acorde a nuestras necesidades e intereses. Las creencias emocionales las llama Mosterin “cartesianas”, pues Descartes defendía que las creencias nos vienen dadas por la afectividad. A las creencias aceptadas por intermediación de la voluntad las llama humeanas, pues Hume afirmaba la existencia de creencias asentadas por un acto de voluntad. Nos preguntamos en este punto donde se ubicarían las actitudes y las disposiciones innatas del ser humano.

Mosterín desde luego no es psicólogo y no tiene vocación de serlo. Por ello las conductas ilógicas son eso, conductas a erradicar…. Y ¡solo eso! (ver pág 224). Uno esperaría que los últimos capítulos de la obra arrojaran algo de luz sobre el drama humano, ese querer hacer el bien pero conducirse mal, ese querer tenerlo todo para perder lo poco que tenemos, esta ambición que en palabras de Gandhi no cabe en la Tierra, y quizás sea nuestra ruina… Por desgracia el marco teórico que nos ofrece se adapta mejor a los robots que en un futuro podamos ser capaces de crear que al ser humano real. Veamos porque….

En el capítulo 9 relativo a la acción humana distingue entre intención (consciente) e inclinación (no forzosamente consciente) y afirma que “toda acción es intencional. Si no hay intención no hay acción, aunque haya movimientos observables. Y si hacemos movimientos observables con varias intenciones, hacemos (con esos movimientos), tantas acciones distintas como intenciones distintas tengamos” (pág 264). De un plumazo ha dejado al psicoanálisis en dique seco, y no solo al psicoanálisis,a buena parte de la filosofía de la acción ocupada en discernir sobre los actos akrásicos (ver entrada del blog “A companion to philosophy of action”)… Eso sí, la tesis que defiende no sería del agrado de los conductistas, porque deja una puerta abierta a lo cognitivo, a lo mental… aunque se complica enormemente el análisis.
Jesús Mosterín
 En el último capítulo aborda la acción humana y la moralidad. Uno diría -por el enfoque dado a lo largo del libro-, que el tema de la intención y la bondad de la acción deberían presidir su análisis, pero no es así. Queda por consiguiente por responder una pregunta tan importante como la siguiente: ¿Qué pensar de una acción movida por la buena intención que acaba en un acto netamente pernicioso? Por desgracia el libro no entra en lo “humano, demasiado humano”. Distingue entre éticas deónticas y teleológicas, las primeras las identifica con normas y dogmas, las segundas con programas de acción y valores (por ejemplo cita el “deber”). Resulta curioso que no mencione el debate entre intuicionismo y utilitarismo, (vendría muy bien al libro en este punto incorporar las aportaciones de Rawls en relación a lo que es justo y racional), o que no profundice en la filosofia del valor (con todas las aportaciones de la Bioética), para en cambio enzarzarse en una discusión con su amigo Muguerza, (si así son las discusiones con los amigos, dios nos libre de los enemigos), una discusión sobre la vigencia del kantismo que me parece fuera de lugar.

 En resumen, no podemos recomendar el libro mas que a filósofos interesados en la temática o en la obra de Mosterín, pero en todo caso el libro tiene dos ideas fuerza que cabe alabar: la racionalidad entendida como método, como camino, pero no como estado o propiedad de nada ni nadie, (sería interesante contrastar esta visión con otras, por ejemplo la de Rawls, que la define como apetencia de bienes primarios), y la idea de ser justo con aquella persona que en un futuro serás, (la justicia entre edades, tratarte bien para hacer posible tu bienestar futuro). Las distinciones entre creencia, ocurrencia, idea y opinión creo que vienen mejor matizadas en el libro que hemos comentado de Lázaro, (ver en este mismo blog la crítica de “la violencia de los fanáticos”). El análisis de la acción humana queda muy incompleta, (para paliarlo sin duda dirigimos al lector al texto de O´Connor T., Sandis C (Editors). A Companion to the Philosophy of Action. Wiley-Blackwell, que hemos comentado en este blog), así como el concepto de felicidad, (dirigimos en este punto al lector al libro de Kahneman “Well being”).

 Francesc Borrell Sant Pere de Ribes, Barcelona.

 RUBRICA IATROS


Mosterín J. Libro valorado:  Lo mejor posible. Racionalidad y acción humana

Concepto
Puntuación sobre 10
Comentarios

Interés
6,5
Interesará a filósofos profesionales y lógicos.

¿Volverías a leerlo?
5
Solo párrafos concretos

¿Realiza aportaciones significativas?
4,5
La racionalidad como método, necesidad de revisar  nuestras creencias, estatuto especial de las creencias “aceptadas”, justicia entre edades.





De Waal,Frans. Primates y filosofos: la evolucion de la moral del simio al hombre. PAIDOS IBERICA, 2007
ISBN 
9788449320385

Este pequeño libro recoge la disertación del afamado primatólogo de origen holandés  Frans de Waal en las Tanner Lectures celebradas en la universidad de Princeton en 2004.
Frans de Waal
Las Tanner Lectures on Human Values son unas sesiones sobre humanidades, creadas en Julio de 1978 por Clark Tanner, que al constituirlas definió su objetivo como una búsqueda de una mejor comprensión de la conducta y los valores humanos.

La estructura del libro es una exposición inicial por parte de De Waal en la que plantea su visión sobre las raíces de la moralidad humana. Le responden cuatro  filósofos (Philip Kitcher, Christine M. Korsgaard, Peter Singer y Richard Wranghan) y un periodista, Robert A. Wright, que ha sondeado la moralidad humana en su libro “The Moral Animal”. Finalmente, De Waal formula una síntesis que viene a ser al mismo tiempo una matización de su exposición inicial y una contrarréplica a sus compañeros.

Todos los participantes asumen la teoría de la Evolución desde el punto de vista de la Biología, y comparten la visión de que la Bondad moral es algo real sobre lo que pueden formularse afirmaciones ciertas, y que entraña una consideración adecuada de los demás. En contraposición, la maldad sería una forma de egoísmo que lleva a tratar a los demás sin tener en cuenta sus intereses y como meros medios o instrumentos.

La pregunta a responder, desde esta doble perspectiva y sin invocar para justificarlo a visiones teológicas o religiosas, es si el propio interés del individuo es claramente un potente elemento de la selección natural, ¿cómo es que los humanos estamos tan apegados al valor de la bondad y seamos capaces de compartir en ocasiones de manera desinteresada e incluso sacrificada?
De Waal parte de la crítica de lo que llama una Teoría del Barniz Moral (Moral Veneer), según la cual la moralidad sería en nuestra especie una capa tan vistosa como tenue que recubre un núcleo inmoral o amoral. Atribuye esta teoría nada menos que Huxley. Según ella, los seres humanos son malvados, bestiales, egoístas, y tienden a actuar mal y tratar impropiamente a los otros, pero existe sobre esa naturaleza el citado barniz moral, de origen indeterminado. De Waal rechaza la idea. Para él, el ser humano es bueno, y esa bondad - no podría ser de otra manera – tiene un contexto biológico y evolutivo y puede rastrearse en nuestros parientes más cercanos y en otros mamíferos sociales.

Los grandes simios compartimos respuestas involuntarias (no escogidas y pre-racionales), fisiológicamente apreciables (observables) ante las circunstancias de otros. Una parte fundamental de esta respuesta es la empatía, que para De Waal es un contagio emocional que permite identificar las necesidades de otros. La empatía puede apreciarse en diversas especies animales, mientras que solo en los grandes simios puede observarse la simpatía, un concepto relacionado que según Eisenberg es la respuesta afectiva consistente en sentimientos de pena o preocupación por otro individuo necesitado o en apuros y que va más allá que sentir la misma emoción que el otro individuo. La empatía en una identificación, un sentir lo que el otro siente, pero la simpatía es una elaboración ulterior, un sentirse afectado por cómo el otro siente.

Las respuestas emocionales, entre ellas la empatía, son la base de la moralidad. A partir de ella existen otras, como el altruismo recíproco (ubicuo en la Biología como mecanismo evolutivo) o un cierto sentido de justicia que De Waal ha intuido experimentalmente en comportamientos de simios. La moralidad de los seres humanos, por lo tanto, está en continuidad con la conducta de otros animales, es constitutiva y biológica y no se limita a un mero barniz.

En la síntesis final en respuesta a sus compañeros, De Waal introduce el concepto del círculo de la moralidad. Afirma que la moralidad surgió evolutivamente para tratar primero con la propia comunidad, después con otros grupos, más tarde, con los humanos en general y finalmente, ha englobado a los animales no humanos. Al decir de De Waal, el círculo de la moralidad se extiende más y más solo si está garantizada la salud y la supervivencia de los niveles y círculos más internos. Cuando los recursos se reducen el círculo se encoge y las conductas morales se pliegan hacia lo más íntimo, algo que está en consonancia con la afirmación de Singer de que un aumento de la riqueza entraña un aumento de las obligaciones para con los necesitados. O, alternativamente, podría ponerse en relación con el hecho de que la crisis actual ha motivado que la población reduzca sus ayudas y su apoyo a organizaciones que gestionan la ayuda a personas necesitadas. En época de necesidad prevalecen en todo caso las obligaciones para con los más cercanos, las obligaciones más básicas, las presididas por la lealtad, que para De Waal es un deber moral básico.

Asimismo, establece una evolución de la moralidad en tres niveles. El primero es el del sentimiento moral, constituido por la empatía y la reciprocidad, pero también por la retribución, la resolución de conflictos y un cierto sentido de la justicia. Para De Waal, este nivel está presente en humanos y primates.

El segundo nivel es el de la presión social, orientada a que todos los miembros de la comunidad se comporten de forma que se favorezca una forma de vida en cooperación. Las herramientas constitutivas son la recompensa, el castigo y la reputación (todas ellas, elementos de control y presión social). De Waal encuentra este nivel en otros primates, pero el bien de la sociedad en su conjunto es una dimensión netamente humana.

El tercer y último nivel es el del Juicio y el Racionamiento, que entraña la internalización de los objetivos y necesidades de los demás, de forma que esta internalización pueda dirigir nuestra propia conducta y se razone lógicamente. Esta dimensión de la moralidad sería netamente humana.


Con posterioridad, De Waal ha profundizado su estudio de la biología y la evolución de la moral en otros libros -The Bonobo and the Atheist o The Age of Empathy: Nature's Lessons for a Kinder Society- que sin duda merecen una lectura y un comentario.

Juan Medrano

Bilbao


Frans de Waal. PRIMATES Y FILOSOFOS: LA EVOLUCION DE LA MORAL DEL SIMIO AL HOMBRE 


Concepto
Puntuación sobre 10
Comentarios

Interés
8
De interés para biólogos, filósofos y en general todos aquellos que se pregunten por la naturaleza humana

¿Volverías a leerlo?
6
El esquema del libro permite volver sobre él o sobre las argumentaciones del autor o las contraargumentaciones de los comentaristas

¿Realiza aportaciones significativas?
8
La moralidad es un rasgo consustancial y biológico de nuestra especie, con asiento emocional y no necesariamente racional







Bayés, R. (2012) Aprender a investigar, aprender a cuidar. Una guía para estudiantes y profesionales de la salud, Barcelona, Plataforma Editorial.

Es bien sabido que la fiabilidad y el rigor del método científico suele ser inversamente proporcional a la amplitud y complejidad del objeto al que se aplica. Por eso el estudio de los fenómenos físicos o químicos resulta metodológicamente menos problemático que el de los fenómenos biológicos (y el de estos segundos a su vez más sencillo que el de las vivencias humanas).
        La psicología del siglo XX ha ido evolucionando desde los métodos puramente introspectivos hacia los estadísticos y experimentales, ganando con ello precisión científica pero también perdiendo capacidad de penetración. Nietzsche decía de sí mismo que era un gran psicólogo (y desde luego lo era, en mi opinión) pero muy pocos profesionales de la psicología actual lo reconocerían como miembro de su gremio: el método de Nietzsche (el pensamiento especulativo, lógico y racional, pero sin contrastación empírica) lo sitúa hoy en la estela de Homero, Shakespeare, Montaigne, Tolstoi o Freud, todos ellos autores de magníficas observaciones y teorías sobre los enigmas de la mente humana, aunque ninguno de sus trabajos les permitiría en la actualidad aprobar el primer curso de una Facultad de Psicología.
        En el capítulo quinto de su reciente libro Aprender a investigar, aprende a cuidar, Ramón Bayés plantea la necesidad (y las dificultades) de una investigación sistemática y académicamente correcta sobre la manera de fomentar en los estudiantes una personalidad equilibrada, sobre el nivel de dignidad con que se gestiona una residencia de ancianos o sobre el concepto de lo que es una “buena muerte” y sus aplicaciones en una Unidad de Cuidados Paliativos. En el capítulo nueve (y no sólo en él) reflexiona sobre la importancia que tienen las narraciones de la experiencia personal en la práctica clínica; son ejemplos, entre otros, de la amplitud mental con que escribe Bayés. Su conciencia sobre la necesidad de reafirmar el método científico no es menor que su convicción de que la práctica clínica exige una atención exquisita a las inabarcables circunstancias personales de cada paciente, a los sentimientos y a los valores personales tanto como a los datos biológicos objetivamente contrastables. No es extraño en su caso (aunque no es, por desgracia, habitual en muchos otros profesionales de la sanidad) pues, como él mismo reconoce al principio de la obra, su trayectoria personal y profesional como profesor de Psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona tuvo una primera fase de fuerte predilección hacia los datos científicos, seguida de otra en la que fue dando cada vez más relevancia a los valores de la “ética del cuidado”, para alcanzar por último, ya como respetadísimo Profesor Emérito, la plena convicción de que las aportaciones fundamentales de las ciencias empíricas deben ser cultivadas y aprovechadas por los profesionales de la sanidad siempre subordinándolas a los valores personales, culturales y sociales que determinan las actividades orientadas a la curación y al cuidado de los enfermos.
        Esta trayectoria profesional y estos valores personales se reflejan claramente en las páginas de su nuevo libro, que se suma a la excelente serie de los que Bayés viene publicando en los últimos años. Siempre alternando los trabajos más técnicos y profesionales con los más didácticos, Bayés ha redactado ahora un brillante manual introductorio a la doble faceta de la disciplina que él cultiva: la Psicología de la salud, con sus aspectos más académicos (la investigación) y más clínicos (la asistencia).
En uno y otro campo el autor se mueve con soltura entre las cuestiones más teóricas y las más concretas: desde la teoría del método científico a las técnicas de documentación, desde las reflexiones sobre subjetividad y conducta hasta la forma de planificar el tiempo de trabajo, desde el concepto de “valores intrínsecos” a la utilidad del cine en la pedagogía sanitaria. Y así, a la vez que sintetiza con rigor y amenidad la metodología básica de la psicología clínica, va salpicando sus observaciones con citas bien escogidas de aquellos otros “psicólogos” que no serían reconocidos como tales por la Academia, pero que el lector reconoce con agradecimiento como mucho más valiosos que la mayor parte de los académicos: Camus, Kavafis, Proust, Popper o aquel capitán de Enrique el Navegante (1391-1460) que dejó escrito: “Con el debido respeto al renombrado Ptolomeo, lo encontramos todo exactamente al revés de lo que él había dicho”.
Ramón Bayés

        El libro de Bayés va dirigido específicamente a los estudiantes y profesionales en formación de Ciencia de la Salud. Pero las características mencionadas lo hacen particularmente grato para los que entendemos las Humanidades Médicas como un conjunto de disciplinas académicas que intentan complementar los conocimientos biomédicos de carácter experimental con el estudio riguroso de los valores personales, históricos, epistemológicos, culturales o sociales que nos aportan las disciplinas tradicionalmente llamadas “Humanidades y Ciencias Sociales”. Quien quiera leerlo desde esta perspectiva se dará cuenta de que Ramón Bayés es sin duda uno de esos autores que saben enriquecer su propia disciplina vinculándola (sin oponerla) con otras más o menos próximas a su especialidad.

José Lázaro
Madrid.


Webs de interés.- 

Cursos en abierto de la UNED.-
El sitio WEB que proponemos recoge materiales de asignaturas,  carreras , cursos, masters y expertos que se imparten  oficialmente en la UNED. No es la única universidad española  que  se ha sumado a esta plataforma OCW, pero consideramos que puede  ser una buena manera de acercarse al magnífico proyecto OCW.  Proyecto internacional que ayuda a conocer materiales de calidad  de todo el mundo sobre muy diversas materias y listos para ser  utilizados.
Para saber más sobre OCW, os ofrecemos este párrafo de wikipedia:

Se conoce como OpenCourseWare (OCW) la publicación de materiales docentes como "contenidos abiertos". Es decir, son propiedad intelectual que asegura la cesión de algunos derechos de autor, como la distribución, reproducción, comunicación pública o  generación de obra derivada. Es decir, no solo son contenidos de acceso libre y gratuito en la web, sino que  además se puede reutilizar libremente respetando la cita del autor original.  Estos  materiales suelen corresponder a asignaturas de la  educación  superior universitaria, tanto de grado como de  postgrado.
Los autores ceden los derechos de los contenidos con el modelo de "copyleft". La mayor parte de los OCW de las universidades han elegido la propuesta de Creative Commons de atribución no  comercial. Dichos contenidos no se publican con el fin de que los usuarios obtengan titulación o certificación alguna, sino con el  fin de potenciar la sociedad del conocimiento y fomentar  proyectos ulteriores entre instituciones y docentes relacionados  con los contenidos abiertos.

Fue el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) la  institución creadora de esta iniciativa. En el año 2001 anunció públicamente  que daría acceso libre y gratuito a los materiales  de todos sus  cursos oficiales. En 2009 alcanza la cifra de 1900  cursos  publicados de grado y posgrado. El principal desafío en   implementarlo no ha sido la resistencia docente, sino los   obstáculos logísticos encontrados al determinar la posesión y   obtener permisos para la cantidad masiva de elementos de  propiedad  intelectual que están incluidos en los materiales de  cursos de la  facultad del MIT,  además del tiempo y el esfuerzo  técnico empleado  para convertirlos en formato utilizables en  línea. El Copyright  del material OCW generalmente permanece en la institución,  miembros de su facultad, o sus estudiantes.
Y sobre Innova, decir que es el nombre que identifica al grupo de desarrollo de la Sección de Innovación de la Universidad Nacional  de Educación a Distancia (UNED), que e ocupa del desarrollo de herramientas e-Learning y de proponer soluciones alternativas, basadas en la investigación e innovación.

Si estáis interesados en navegar por alguno de los cursos os recomendamos:

Psicología Diferencial. Psicologia de las diferencias interindividuales:


Filosofia de las ciencias sociales:


Mabel Marijuán.
Bilbao. 


Artículo comentado.- 

Avances en Neurociencias.
Fernando Orozco
Zaragoza
En la presente colaboración voy a referirme a dos trabajos bastante diferentes, pero que me han llamado la atención. El primero se refiere a la influencia de la flora intestinal sobre la función cerebral. El segundo sbre como borramos las trazas que nos deja en la memoria el miedo y el dolor. Ambos artículos nos acercan a la variedad de enfoques que en la actualidad están presentes en el estudio del cerebro.
Jane A. Foster, Karen-Anne McVey Neufeld   Gut–brain axis: how the microbiome influences anxiety and depression[i], plantean como el proceso de ser colonizados cuando nacemos por la flora intestinal comensal (microbiota), va a tener suma importancia en una función cerebral saludable. Sus relaciones con el estrés, de cómo cualquier alteración en la microbiota va a tener una repercusión en la conducta relacionada con el estrés y de cómo las bacterias, incluidas las comensales, las patógenas y los probióticos, en el tracto gastrointestinal pueden activar las vías neuronales y los sistemas de señalización del sistema nervioso central (SNC), al mismo tiempo que pueden proporcionar nuevos enfoques para el tratamiento de enfermedades mentales, incluyendo la ansiedad y depresión.

Jürgen Sandkühler y Jonathan Lee (2013) en How to erase memory traces of pain and fear[ii]. Abordan los conceptos emergentes de dolor desadaptativo y del miedo, y sugieren que comparten circuitos neuronales y mecanismos celulares básicos de formación de la memoria. Estudios recientes han puesto de manifiesto procesos de borrado de huellas en la memoria del dolor y del miedo que pueden ser prometedores objetivos para terapias posteriores. El dolor y el miedo son dos experiencias aversivas que impactan fuertemente en la conducta y el  bienestar. Son considerados protectores cuando  conducen a un comportamiento adaptativo  y útil, tal como la evitación de situaciones que son potencialmente peligrosas para la integridad del tejido (dolor) o el individuo (miedo). El dolor y el miedo pueden, sin embargo, llegar a ser desadaptativos si se expresan en condiciones inadecuadas o con intensidades excesivas durante periodos prolongados. Actualmente conceptos emergentes de mala adaptación al dolor y al miedo sugieren que los mecanismos neuronales básicos de la formación de la memoria son relevantes para el desarrollo de formas patológicas de dolor y del miedo.
Los mecanismos que conducen  y mantienen el dolor crónico son fundamentalmente diferentes de los relevantes para el dolor agudo. La farmacoterapias más empleadas actualmente, están, sin embargo, derivadas directamente de los modelos animales de nociceptores y dolor inflamatorio agudo. Esto incluye la aplicación continua de una dosis de opioides moderada y fármacos anti-inflamatorios no esteroideos. Por lo tanto, no es sorprendente que estas terapias funcionen bien para el dolor agudo, pero son en gran medida ineficaces en la curación de dolor crónico. La verdadera reversión de los cambios patológicos que contribuyen al dolor crónico requiere la comprensión en profundidad de los distintos mecanismos que operan durante las fases de inducción, consolidación y mantenimiento de los diferentes tipos de dolor crónico. Del mismo modo, la reversión potencial  de los  recuerdos del miedo aberrantes se basa en la comprensión de los mecanismos de mantenimiento de la memoria y la reconsolidación. La interferencia con la fase de inducción de la formación de la huella de memoria aversiva es más relevante para el manejo del dolor que del miedo. Sin embargo, dicha terapia preventiva no debe limitarse a los analgésicos, ya que el aumento de la nocicepción aguda no es el único gatillo para el desarrollo de dolor crónico. En la actualidad, parece más prometedora interferir durante la fase de consolidación de dolor crónico para prevenir la plasticidad a largo plazo en el sistema nociceptivo y dolor crónico. Por el contrario, un enfoque sobre la reconsolidación de la memoria del miedo es el enfoque más prometedor para interferir selectivamente con la plasticidad  del miedo a largo plazo.
BIBLIOGRAFÍA



[i] Foster, J. A. and K. A. McVey Neufeld (2013). "Gut-brain axis: how the microbiome influences anxiety and depression." Trends Neurosci 36(5): 305-312.
[ii] Sandkühler, J. and J. Lee Ibid. (2013)."How to erase memory traces of pain and fear."Trends Neurosci 36 (6): 343-352.

BOLETIN IATROS, JUNIO 2013

BOLETIN IATROS  JUNIO 2013

CIRCULO DE CIBERLECTURA

INDICE.-
Noticias.-  Actividades de la Fundación Iatrós
Comentario de libros.-  Scruton, Usos del pesimismo. Lázaro. La violencia de los fanáticos
Webs de interés.-  Materia.
Artículo comentado.-  La enfermedad celíaca como objeto filosófico.
PROXIMO BOLETIN: SEPTIEMBRE 2013
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Noticias.- 

*Próxima actividad de la Fundación Iatrós: Seminario de Teoría de la Medicina: Medicina Narrativa. Jueves, 6 de junio de 2013. Prof. D. Carlos Rojas Malpica

*Seminario Internacional sobre Medicina Narrativa, Londres, 19-20 de Junio.  En este seminario la fundación tendrá una presencia a través de 3 comunicaciones aceptadas. Ver programa completo:




Comentario de libros.-

Lázaro, José. La violencia de los fanáticos. Un ensayo de novela. Editorial: Triacastela, 2013.  250 pág.

El tema de este libro es el análisis  de la violencia y el papel que tienen emociones y creencias en su origen y mantenimiento. Sin embargo hay otro  tema subterráneo (y del máximo interés) presente a lo largo de la obra: ¿es posible pensar sin ataduras sobre el tema de la violencia?, ¿es posible sincerarnos hasta la médula y admitir el desprecio que a veces demostramos los humanos por la vida de nuestros congéneres?, ¿podemos llegar a alguna conclusión desde el “libre pensamiento “, o estamos  atados irremisiblemente por las convenciones sociales? 
Para contestar estas preguntas el autor opta por mantener un diálogo con un psicoanalista. La estrategia del diván le permite al autor todo tipo de asociaciones libres, de ideas y pensamientos que fluyen sin parar y que nos invitan a una reflexión seria y sincera  a la par que amena.
En las primeras páginas del libro ya diferencia entre grandes y pequeños asesinos a los cuales los correlaciona con distintos tipos de violencia “por un lado la doméstica, la utilitaria, la psicopática y, en general, la esporádica que es la que me parece propia de asesinos pequeños. Por otro lado la violencia creencial, es decir, la terrorista, la bélica, la religiosa, la ideológica y en general la sistémica”.  Será esta última,  la violencia social y política, una violencia que precisa de lo que llama, (parafraseando a Enrique Baca), “la construcción del enemigo”, la que interesará mas al autor. Esta violencia precisará de un proceso de deshumanización “del otro” (o de otro colectivo humano), su cosificación, la pérdida de comunicación con el mismo, su embrutecimiento a nivel simbólico. “La razón básica está en la lucha por el poder, el enemigo se construye y se deconstruye en función de los intereses del poder”, una afirmación que nos recuerda a Sloterdijk, (recuerde nuestro lector la crítica que hicimos de “Ira y Tiempo”).
Aparece entonces una de las tesis mas interesantes de la obra: los mecanismos que dan cohesión tribal son también los que pueden generar la violencia fanática. El terrorista, el fanático, no es una máquina de odiar, sino ante todo una persona que ama e incluso ama en demasía, y responde a una amenaza “hacia los suyos” atacando a otro  grupo que identifica como la personificación de la maldad.  La segunda tesis es que esta fuerza tribal, esta cohesión lograda por rituales, mitos, miedos y esperanzas, es susceptible de ser usada para fines narcisistas. El líder narcisista lo tiene fácil:  “primero se refuerza el narcisismo colectivo de la comunidad de “los nuestros”; al mismo tiempo se procura obnubilar la racionalidad crítica del grupo fomentando todo tipo de sentimientos gregarios; se censuran las disidencias y las diferencias internas que amenacen la cohesión de la tribu; se toleran sin problemas las conductas inmorales de los compañeros mientras no se hagan públicas ni dañen la causa colectiva, se dificulta al máximo el abandono de grupo y se condena a los que logran abandonarlo a una especie de “muerte social”, se convence profundamente a los nuestros de que el vecino es el enemigo y, por fin, se cultiva el odio al “otro”, al “extranjero”, al “enemigo”[…]. “ Un pequeño grupo de iluminados (o de interesados) fomenta el sentimiento  de que “nosotros” hemos sido maltratados por “ellos”; el objetivo suele tener que ver con el control político y la explotación económica de la propia tribu”.
José Lázaro (JL) ha identificado hasta aquí varios aspectos de dinámica grupal e individual que están en la base de la violencia: mecanismos de cohesión del grupo que se orientan hacia la construcción de un enemigo como medio de cohesionarse mas, y que en ocasiones es utilizado por un grupo o un líder con afán narcisista, o como manera de compensar una derrota o una humillación (individual o colectiva). Sin embargo JL nos invita a echar una mirada a lo que pudiera ser la naturaleza humana, al entramado de creencias y emociones que sostienen la violencia.
En primer lugar distingue creencia de teoría y de conocimiento. La  creencia es:  “esas otras afirmaciones sobre la realidad que se presentan, de forma más o menos arbitraria, con valor de verdad absoluta, están cargadas de emotividad, no admiten ser sometidas a crítica, no pueden ser contrastadas por experiencia alguna y confieren a quien las posee el soberbio poder de la certeza intemporal y definitiva”.  Las creencias nos constituyen y  por ese mecanismo de identificación con ellas son difícilmente cambiables. En el otro extremo el conocimiento sin emotividad, el conocimiento basado en pruebas, en experimentos, o en razonamientos.  Conocimientos que substituimos por otros sin dolor ni excesivos remilgos. Entre creencia  y conocimientos tenemos  a  las teorías, las ideas que nos formamos del mundo  y que nos permiten cierto grado de previsión sobre la conducta de las cosas y personas.
En este hurgar en las bases estructurales de la violencia, JL echa mano de dos importantes autores: Le Bon y Pincker. Las creencias conectan con un tipo de lógica que Le Bon llama lógica afectiva, en contraposición a la  biológica, colectiva, mística (o mágica) y racional.  Podemos declarar una guerra o tener un enfrentamiento porque nos sentimos desdeñados o insultados (lógica afectiva) , pero usaremos probablemente un plan de batalla bastante racional, y enardeceremos a las masas mediante una cierta lógica colectiva, apelando a mitos o resentimientos.  Cada uno de nosotros, por su parte, mantiene vivo su cuerpo gracias a la lógica biológica, y se ve influenciado por el pensamiento mágico (lógica mística en versión religiosa o esotérica).  La sociedad humana se sostiene, según Le Bon, por un sabio equilibrio entre  estas lógicas, lo que le da pie a justificar los mitos colectivos y religiosos que cohesionan los grupos.
Por su parte Pincker aporta la idea de que el Estado y la cultura han hecho disminuir la violencia constitutiva del ser humano. Identifica 5 demonios internos que nos empujan a la violencia: la agresividad predatoria,  el afán de dominio, la venganza, el sadismo y la ideología. También cuatro “ángeles buenos”: son las tendencias cooperativas y altruistas: la empatía, el autocontrol, el sentido moral y la racionalidad”.  La ideología queda definida como un sistema de creencias compartido que plantea un proyecto mas o menos utópico y justifica el uso de la violencia ilimitada porque se trata de alcanzar un bienestar infinito”.  Para Pincker existiría cierta base biológica para distinguir entre uno “nosotros” y “vosotros”, es decir, cierta orientación xenófoba, que daría pie a ideologías excluyentes con relativa facilidad.  Tampoco hay que desdeñar la venganza, porque como JL se encarga de recordarnos, “si hay una ley que rige  la mente humana es la ley del talión, nadie ha logrado descubrir otra más auténtica y más profunda. Y la venganza es, ante todo, venganza por la humillación, ya que la agresión violenta es, entre otras cosas, una forma aguda de humillar a la víctima. Sospecho que el perdón es la venganza de las víctimas porque el sentimiento de humillación es el elemento común entre las víctimas de los más diversos tipos de violencia, desde las más suaves a las más brutales. Quizá por eso es un acto de humillación lo que toda víctima exige a su agresor para poder perdonarle”.
El libro se lee con fluidez, la prosa es simpática y clara, y el cierto desorden de materiales en realidad es una estrategia de estilo para permitir al lector dudar de todo y reflexionar con voz propia, una manera de decirle que también él puede opinar. Decíamos que hay toda una reflexión transversal que pone en duda las teorías de pensadores profesionales y elogia la duda, la perplejidad, el desmentirse uno mismo, en pura tradición “Montaigne”. Subyace aquí, recordémoslo una vez más, esta vocación de libre pensador de JL, a la que nos invita de manera explícita pero también con los recursos de su prosa.
Juan Carlos Hernández-Clemente. Madrid.
Francesc  Borrell. Barcelona.


Scruton R. Usos del pesimismo. El peligro de la falsa esperanza. Ariel filosofía. Barna 2012, 217 pág.

Un libro a favor del pesimismo solo podía editarse en una época o momento histórico marcado por la crisis. ¿A favor del pesimismo? Su autor, Roger Scruton, profesor de filosofía en la Universidad de Oxford, sin duda estaría en desacuerdo. A su leal entender hay que cultivar “la dosis ocasional de pesimismo con la que atemperar las esperanzas que de otra manera podrían arruinarnos”, “la voz de la sabiduría en un mundo de ruido” (pag 24).  El libro nos alerta constantemente contra el optimista “sin escrúpulos”, el fanático del optimismo, al que Scruton   imputa buena parte de los desastres actuales. La persona sensata calcula el coste del error, de la apuesta fallida, y evita la falacia del “mejor caso posible”, por ejemplo pensar que ganaremos un concurso literario por el hecho de que nos hace mucha ilusión presentar nuestra novela… Sustituimos la realidad por un sistema de “ilusiones complacientes” (pág. 30).
Según la falacia del “nacido libre” nuestro sino es el éxito. Basta con dejar al niño que despliegue sus aptitudes para que triunfe. Cuando eso no ocurre, véase el fracaso escolar, es que hay una entidad superior, pongamos el Estado, pongamos otra autoridad maléfica, que procura el descarrilamiento de los infantes, por ejemplo para tener mas mano de obra sin cualificar y barata. Para Scruton este razonamiento es pueril y una muestra de este optimismo ideológico. Una dosis de pesimismo, nos dice, nos devuelve a la dura realidad: solo se obtienen resultados académicos con sacrificio. Otra consecuencia de esta falacia es la que llama “terapia liberacionista de RD Laing” (pág 60), que como saben nuestros lectores lideró el movimiento antipsiquiatría de los años 70.  El esquizofrénico era el individuo que se aferraba a su autenticidad. Los niños educados en libertad serán creativos y felices… ¿Y cuando eso no ocurre? En tal caso se echa la culpa a otros, aunque sea mediante falsos recuerdos de abusos infantiles (transferencia de responsabilidad).
Pero aún es peor la falacia de las utopías. “Hay una tendencia en el interior de cada religión para abrazar el absurdo, como una estrategia para cancelar el mundo y sus imperfecciones”, (pag 64). La utopía, una vez construida, es inmune a la crítica, una prueba de que “la sinrazón es infinitamente renovable” (pág  65). Las utopías se asientan en crear una unidad perfecta, y esta unidad autoriza al uso de la violencia, por ejemplo para confiscar la propiedad privada, eliminar fuentes de contra-poder, etc. Es curioso constatar en este punto una coincidencia con Sloterdijk, cuando afirma que  “en cada experimento totalitario encontramos que el primer acto del poder centralizado consiste en señalar a ciertos grupos de la sociedad que merecen ser castigados” (pág 73). Y aunque el utópico sabe que la realización de la utopía debe retrasarse permanentemente, renueva su compromiso mediante sacrificios y víctimas que purifican la imagen de la utopía.
Mediante la falacia de suma cero si alguien gana es que otro pierde. No se crea el valor, sino que se distribuye el existente.  De lo que se deduce que justicia e igualdad son lo mismo. Los  ricos son ricos porque roban a los pobres. Mediante esta falacia, nos dice Scruton, los pobres se cargan de resentimiento, y se ponen en marcha una serie de mecanismo sociales de enrasar “por abajo” , de evitar que la gente destaque, y en definitiva procurar la mediocridad.  Esta sería a criterio de Scruton los movimientos modernos de pedagogía, que persiguen la excelencia para aniquilarla en favor del gregarismo (pág 92-95).
Cuando el lector llega a la “falacia de la planificación”, según la cual los optimistas creen que se puede avanzar mediante un plan colectivo bajo las órdenes de una autoridad central, el lector, digo, empieza a sospechar que Scruton no nos habla de “cualquier” optimista, sino que nos está hablando del optimista político, mas en concreto del socialista, progresista- indignado, o lo que sea. Los dos siguientes capítulos confirman el aserto: falacia del progreso continuado, (le llama en este libro, quizás para disimular,  “falacia del movimiento de espíritu”), y falacia de la igualdad-libertad (también para disimular la llama falacia de la agregación). Scruton cree que los ideales revolucionarios franceses, (igualdad, libertad, fraternindad), no pueden darse al mismo tiempo y con igual intensidad. Cuando en nombre de la igualdad se cierra un club “solo para hombres”, o el Estado impone la legalidad de las uniones homosexuales, nos dice el autor, se impone una determinada visión de la sociedad en detrimento de la democracia. La multiculturalidad sería para Scruton una peligrosa deriva en esta dirección.  
El lector puede sentirse (con razón) molesto en este punto del libro porque no es de recibo colar una crítica política donde hasta este momento estábamos hablando –(o creíamos hablar)- de “optimismo cultural”. Los tres capítulos finales  intentan justificar este vuelco. Por un lado identifica varias estrategias argumentales mediante la que los optimistas izquierdosos, -(por cierto, ¿no los hay también de derechas?)-  intoxican la opinión pública: crear “expertos” que justifiquen este tipo de opciones, transferir la culpa a un grupo o a un adversario para desacreditarlo, usar un lenguaje hermético que dé la impresión de autoridad, y usar cabezas de turco. Aplica el esquema a cuestiones como el divorcio, el aborto o la igualdad de género al punto que el propio Scruton apela a que no se le confunda con “un viejo carca” (capítulo 9).
Ahora bien si el lector tiene paciencia y avanza al siguiente capítulo ve aparecer la tesis fundamental de Scruton: el pensamiento optimista, (socialista- progresista añadimos nosotros), proviene del pensamiento tribal del Neolítico. En la tribu, argumenta el autor, la persona queda sumida en un yo colectivo en el que precisa de un optimismo ciego, confía en un líder mesiánico y cree en todas las falacias que hemos mencionado mas arriba. El pensamiento optimista “sin escrúpulos” sería un tipo de locura que expresaría “los honestos intentos de nuestros antepasados por hacer las cosas bien” (pág 191). ¿Hay entonces esperanza en el  “intento de insertar el precioso virus de la duda en el sistema acorazado e inmune de la ideología progresista”? (pág 192).
Scruton responde afirmativamente y para ello contrapone la ciudad a la tribu, la sociedad civil a la sociedad religiosa, el Occidente ilustrado al Islam dogmático. La tesis fundamental es la siguiente: la sociedad tribal antepone la cohesión social a las posibilidades de cooperación debido a las condiciones extremas en las que habita, donde no hay resquicio para el ensayo-error. Pero las sociedades avanzadas han dado un giro moral consistente en primar el perdón por encima del castigo y la humillación. El paso del Antiguo al Nuevo Testamento es el paso de una sociedad vengativa a una reparativa, y solo esta última está capacitada para modelos avanzados de cooperación. Significa también entender la felicidad como un camino de sacrificio, el perdón y la renuncia a la venganza como uno de estos sacrificios, y la ironía como una forma de perdón (pág 204-6). Pero una visión mas real de nuestras vidas se acompaña de menos pasión por las utopías, lo que sitúa a la persona moderna en relativa desventaja frente al optimista dogmático.

F. Borrell, Barcelona.

RUBRICA IATROS:

Scruton. Libro valorado: Usos del pesimismo

Concepto
Puntuación sobre 10
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Interés
6,5
Interesará a libre pensadores y personas estudiosas de las ideologías y formas de adaptarse a la crisis actual.

¿Volverías a leerlo?
5
Solo párrafos concretos

¿Realiza aportaciones significativas?
4,5
Desmitifica el pensamiento intuitivo, nos alerta de las raíces tribales del pensamiento “optimista”, pone en valor el sacrificio y el esfuerzo.


Webs de interés.- 

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Juan Medrano Albéniz, Bilbao.
Mabel Marijuán Angulo, Bilbao.

Artículo comentado.- 


LA ENFERMEDAD CELÍACA COMO OBJETO FILOSOFICO.-

Aún resuenan las protestas de Giovanni Papini por el hecho de que la Ciencia se queda con los problemas concretos y de fácil respuesta para endosar a la Filosofía los más complicados o irresolubles (1). Sin embargo ocurre con asiduidad que las soluciones que nos propone la Ciencia no acaban de satisfacernos, y nos vemos obligados a recurrir en alguna medida a la filosofía para repensar la realidad. Este es el caso de la enfermedad celíaca (EC), que nos comentan Diaz y cols (2).
Hasta la fecha la enfermedad tenía unos marcadores biológicos incontestables, y por tanto la línea entre lo normal y patológico se dibujaba con precisión de geógrafo. Los autores del artículo que comentamos (2) nos advierten sin embargo que cada vez “hay más evidencias sugerentes de la existencia de una nueva entidad: la sensibilidad al gluten no celiaca (SGNC) Durante muchos años, estos pacientes han sido incorrectamente diagnosticados de síndrome de intestino irritable (SII), depresión o fibromialgia, manteniéndoles en dieta con gluten y, en algunas ocasiones, siendo remitidos a Psiquiatría”.

No reproduciremos aquí los criterio diagnósticos de esta nueva enfermedad, pero sí van a interesarnos varios aspectos:



a-Se trataría de un padecimiento que en parte nos dibuja la EC pero en una escala “minor”: diarreas que asemejan el síndrome del intestino irritable, pero también, por orden de frecuencia, “falta de concentración, cansancio, eccema y erupción cutánea, cefalea, artralgias y mialgias, calambres musculares, depresión y anemia”. La EC sumada a la SGNC podría afectar a un 10% de la población general, con una mediana de edad de inicio de 40 años (intervalo de 17 a 63), es decir, dejaría de ser una enfermedad netamente pediátrica.

b-Si hasta la fecha excluíamos a los pacientes que presentaban anticuerpos negativos ahora ya no resulta posible. La certeza de que el paciente padece SGNC será una biopsia intestinal mientras se está consumiendo dieta con gluten. Como esto no lo vamos a hacer en el 10% de la población nos queda el ensayo-error: poner y quitar la dieta de gluten y ver qué ocurre. El peligro de sobrediagnosticar es evidente, y de ello nos advierten los autores del trabajo: “conviene conocer y estudiar mejor antes de dar mensajes contradictorios y de establecer dietas injustificadas”.

Desde la perspectiva filosófica, ¿hemos alterado la “esencia” de la enfermedad celíaca o hemos añadido una nueva entidad (SGNC) a la taxonomía? En otras palabras, ¿podemos estar describiendo formas leves de EC, o estamos describiendo una nueva entidad? En el primer caso estaríamos ensanchando el espectro de la enfermedad, (las notas  fenomenológicas), sobre una misma base fisiopatológica y molecular, (que actuaría de “suelo” ontológico, donde residiría la “esencia” de la definición). Sin embargo tal parece que la base genética no es imprescindible, y tampoco hay un solo camino fisiopatológicos. Personas de base genética dispar llegan a una expresión sindrómica mas o menos  parecida por caminos fisiopatológicos diversos. Al final el “suelo” ontológico es “retire usted el gluten y verá como desaparecen los síntomas”.

Este suelo ontológico queda mejor asentado si apelamos a un “supramodelo” según el cual nuestra especie estaría expuesta a proteínas de difícil digestión a las que se adapta con gran esfuerzo y penalidades. El gluten sería una de las muchas sustancias que provocan este esfuerzo metabólico. Este supramodelo abogaría entonces por encontrar nuevas sustancias para las que se describirían los efectos clínicos. Es curioso que hemos cambiado el modelo metafísico y el cambio no resulta inocuo, pues nos cambia también la percepción de la enfermedad. La enfermedad celíaca ya no es un defecto genético (paradigma de la EC hasta hoy), sino una agresión del entorno, (proteínas inadecuadas a las que nos vamos adaptando a lo largo de milenios). Este modelo metafísico nos invita además a:

1.- Encontrar nuevas proteínas de comportamiento similar: “en tal sentido, se ha descrito que los fructanos, hidratos de carbono que se encuentran en el trigo y que son pobremente absorbidos, también pueden inducir sintomatología similar a la del SII” (2).

2.- Refinar nuestra alimentación apostando por productos no forzosamente “naturales”, sino por productos debidamente “refinados”. Este choque de paradigmas, (el famoso paradigma de lo “natural” versus lo “artificial”), puede llevar fácilmente a personas de pensamiento ideologizado a atacar o mirar con suspicacia esta reformulación del espectro celíaco. Una parte de esta suspicacia puede estar justificada si se aprovecha la alarma que puede generar en la opinión pública para lanzar productos alimenticios caros y poco o nada justificados. Esta afirmación es meramente hipotética y será interesante ver en un próximo futuro si se confirma (3).

Los modelos metafísicos desde los que pensamos la realidad tienen otras resonancias muy interesantes. En el caso que nos ocupa:

a)Para el clínico: hace menos obvia la línea entre lo normal y lo patológico a efectos del gluten como a efectos de otras intolerancias. El síndrome del intestino irritable deja de ser una entidad oscura (y como tal, “de psiquiatra”, obsérvese la apelación que hacen Díaz y cols. supra), para naturalizarse, (sería una expresión del esfuerzo adaptativo).
Además al constatar que algunos pacientes con síntomas poco definidos mejoran al retirarse el gluten de su dieta, provoca en  el clínico una reflexión biológica donde antes quizás solo habitaba otra de cariz psicosocial.

b)Para el investigador. Puede aplicar conocimientos que ya existen en relación a situaciones parecidas, esfuerzos de adaptación genéticos y metabólicos de nuestra u otras especies animales. El mapa conceptual se enriquece notablemente y se generan nuevas hipótesis: ¿hay otros cereales en los que ocurra algo similar a nivel humano o de otras especies?, ¿hay estrategias moleculares similares?, ¿podemos encontrar anticuerpos de rasgos similares cuya mera presencia nos deba hacer sospechar en otras proteínas que tengan comportamientos agresivos similares?, etc .

Para acabar, el caso de la enfermedad celíaca nos muestra como hemos sido capaces de poner en cuestión un paradigma muy sólido de enfermedad basada en un defecto genético para construir un modelo adaptativo menos preciso pero mas fructífero. Ello abre dificultades para el clínico, que debe reconstruir su guión (“script”) de enfermedad (4), complica la línea que separa lo normal de lo patológico, y dentro de lo patológico, los diferentes padecimientos, y puede dar pie a soluciones terapéuticas en las que predomine la visión de “negocio”.

Francesc Borrell, Barcelona.
Vicente Morales, Sant Pere de Ribes.

NOTAS.-
1) Papini G., Pragmatismo. Ed Cactus, Buenos Aires, 2011. Obra original fechada en 1904. 2) Díaz Marugán V, Magallares García L, Fernández Caamaño B, Alcolea Sánchez A, Alonso Canal L, Polanco Allue I. ¿Puede ser el gluten perjudicial en pacientes no celiacos? Evid Pediatr. 2013;9:1.
http://www.evidenciasenpediatria.es/DetalleArticulo/_LLP3k9qgzIh7aNQBiadwmcEHytVoiLMhc1TXy9MJ0TRUR3wYDDHdaLPTzCm2cl3v2NcjxqC8gLocSzbokkM2Lg#articulo-completo
3) Podemos aseverar que en el mundo estrictamente médico esta polémica es difícil, pues dominan los elementos pragmáticos (curar) por encima de los abstractos (estilo de vida), y que será en el momento en que se propongan soluciones de tipo industrial (si llegan) que se producirá.
4)  Schmidt HG, Rikers RM   How expertise develops in medicine: knowledge encapsulation and illness script formation. Med Educ 2007 Dec;41(12):1133-9. Epub 2007 Nov 13.


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