BOLETIN IATROS JUNIO 2013
CIRCULO DE
CIBERLECTURA
INDICE.-
Noticias.- Actividades de la Fundación Iatrós
Comentario de libros.- Scruton, Usos del pesimismo. Lázaro. La
violencia de los fanáticos
Webs de interés.- Materia.
Artículo comentado.-
La enfermedad
celíaca como objeto filosófico.
PROXIMO BOLETIN: SEPTIEMBRE 2013
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Noticias.-
*Próxima actividad de la Fundación Iatrós: Seminario de
Teoría de la Medicina: Medicina Narrativa. Jueves, 6 de junio de 2013. Prof. D.
Carlos Rojas Malpica
*Seminario Internacional sobre Medicina Narrativa,
Londres, 19-20 de Junio. En este
seminario la fundación tendrá una presencia a través de 3 comunicaciones
aceptadas. Ver programa completo:
https://www.kcl.ac.uk/innovation/groups/chh/Narrative-Medicine-conference-/About-the-conference.aspx
Comentario de
libros.-
Lázaro, José. La
violencia de los fanáticos. Un ensayo de novela. Editorial: Triacastela,
2013. 250 pág.
El tema de este libro es el análisis de la violencia y el papel que tienen
emociones y creencias en su origen y mantenimiento. Sin embargo hay otro tema subterráneo (y del máximo interés)
presente a lo largo de la obra: ¿es posible pensar sin ataduras sobre el tema
de la violencia?, ¿es posible sincerarnos hasta la médula y admitir el
desprecio que a veces demostramos los humanos por la vida de nuestros
congéneres?, ¿podemos llegar a alguna conclusión desde el “libre pensamiento “,
o estamos atados irremisiblemente por
las convenciones sociales?
Para contestar estas preguntas el autor opta por mantener
un diálogo con un psicoanalista. La estrategia del diván le permite al autor
todo tipo de asociaciones libres, de ideas y pensamientos que fluyen sin parar
y que nos invitan a una reflexión seria y sincera a la par que amena.
En las primeras páginas del libro ya diferencia entre
grandes y pequeños asesinos a los cuales los correlaciona con distintos tipos
de violencia “por un lado la doméstica, la utilitaria, la psicopática y, en
general, la esporádica que es la que me parece propia de asesinos pequeños. Por
otro lado la violencia creencial, es decir, la terrorista, la bélica, la
religiosa, la ideológica y en general la sistémica”. Será esta última, la violencia social y política, una violencia
que precisa de lo que llama, (parafraseando a Enrique Baca), “la construcción
del enemigo”, la que interesará mas al autor. Esta violencia precisará de un
proceso de deshumanización “del otro” (o de otro colectivo humano), su
cosificación, la pérdida de comunicación con el mismo, su embrutecimiento a
nivel simbólico. “La razón básica está en la lucha por el poder, el enemigo se
construye y se deconstruye en función de los intereses del poder”, una
afirmación que nos recuerda a Sloterdijk, (recuerde nuestro lector la crítica
que hicimos de “Ira y Tiempo”).
Aparece entonces una de las tesis mas interesantes de la
obra: los mecanismos que dan cohesión tribal son también los que pueden generar
la violencia fanática. El terrorista, el fanático, no es una máquina de odiar,
sino ante todo una persona que ama e incluso ama en demasía, y responde a una
amenaza “hacia los suyos” atacando a otro
grupo que identifica como la personificación de la maldad. La segunda tesis es que esta fuerza tribal,
esta cohesión lograda por rituales, mitos, miedos y esperanzas, es susceptible
de ser usada para fines narcisistas. El líder narcisista lo tiene fácil: “primero se refuerza el narcisismo colectivo
de la comunidad de “los nuestros”; al mismo tiempo se procura obnubilar la
racionalidad crítica del grupo fomentando todo tipo de sentimientos gregarios;
se censuran las disidencias y las diferencias internas que amenacen la cohesión
de la tribu; se toleran sin problemas las conductas inmorales de los compañeros
mientras no se hagan públicas ni dañen la causa colectiva, se dificulta al
máximo el abandono de grupo y se condena a los que logran abandonarlo a una
especie de “muerte social”, se convence profundamente a los nuestros de que el
vecino es el enemigo y, por fin, se cultiva el odio al “otro”, al “extranjero”,
al “enemigo”[…]. “ Un pequeño grupo de iluminados (o de interesados) fomenta el
sentimiento de que “nosotros” hemos sido
maltratados por “ellos”; el objetivo suele tener que ver con el control
político y la explotación económica de la propia tribu”.
José Lázaro (JL) ha identificado hasta aquí varios
aspectos de dinámica grupal e individual que están en la base de la violencia:
mecanismos de cohesión del grupo que se orientan hacia la construcción de un
enemigo como medio de cohesionarse mas, y que en ocasiones es utilizado por un
grupo o un líder con afán narcisista, o como manera de compensar una derrota o
una humillación (individual o colectiva). Sin embargo JL nos invita a echar una
mirada a lo que pudiera ser la naturaleza humana, al entramado de creencias y
emociones que sostienen la violencia.
En primer lugar distingue creencia de teoría y de
conocimiento. La creencia es: “esas otras
afirmaciones sobre la realidad que se presentan, de forma más o menos
arbitraria, con valor de verdad absoluta, están cargadas de emotividad, no
admiten ser sometidas a crítica, no pueden ser contrastadas por experiencia
alguna y confieren a quien las posee el soberbio poder de la certeza intemporal
y definitiva”. Las creencias nos
constituyen y por ese mecanismo de
identificación con ellas son difícilmente cambiables. En el otro extremo el
conocimiento sin emotividad, el conocimiento basado en pruebas, en
experimentos, o en razonamientos.
Conocimientos que substituimos por otros sin dolor ni excesivos
remilgos. Entre creencia y conocimientos
tenemos a las teorías, las ideas que nos formamos del
mundo y que nos permiten cierto grado de
previsión sobre la conducta de las cosas y personas.
En este hurgar en las bases estructurales de la
violencia, JL echa mano de dos importantes autores: Le Bon y Pincker. Las
creencias conectan con un tipo de lógica que Le Bon llama lógica afectiva, en
contraposición a la biológica,
colectiva, mística (o mágica) y racional.
Podemos declarar una guerra o tener un enfrentamiento porque nos
sentimos desdeñados o insultados (lógica afectiva) , pero usaremos
probablemente un plan de batalla bastante racional, y enardeceremos a las masas
mediante una cierta lógica colectiva, apelando a mitos o resentimientos. Cada uno de nosotros, por su parte, mantiene
vivo su cuerpo gracias a la lógica biológica, y se ve influenciado por el
pensamiento mágico (lógica mística en versión religiosa o esotérica). La sociedad humana se sostiene, según Le Bon,
por un sabio equilibrio entre estas
lógicas, lo que le da pie a justificar los mitos colectivos y religiosos que cohesionan
los grupos.
Por su parte Pincker aporta la idea de que el Estado y la
cultura han hecho disminuir la violencia constitutiva del ser humano.
Identifica 5 demonios internos que nos empujan a la violencia: la agresividad
predatoria, el afán de dominio, la
venganza, el sadismo y la ideología. También cuatro “ángeles buenos”: son las
tendencias cooperativas y altruistas: la empatía, el autocontrol, el sentido
moral y la racionalidad”. La ideología
queda definida como un sistema de creencias compartido que plantea un proyecto
mas o menos utópico y justifica el uso de la violencia ilimitada porque se
trata de alcanzar un bienestar infinito”.
Para Pincker existiría cierta base biológica para distinguir entre uno “nosotros”
y “vosotros”, es decir, cierta orientación xenófoba, que daría pie a ideologías
excluyentes con relativa facilidad.
Tampoco hay que desdeñar la venganza, porque como JL se encarga de
recordarnos, “si hay una ley que rige la
mente humana es la ley del talión, nadie ha logrado descubrir otra más
auténtica y más profunda. Y la venganza es, ante todo, venganza por la
humillación, ya que la agresión violenta es, entre otras cosas, una forma aguda
de humillar a la víctima. Sospecho que el perdón es la venganza de las víctimas
porque el sentimiento de humillación es el elemento común entre las víctimas de
los más diversos tipos de violencia, desde las más suaves a las más brutales.
Quizá por eso es un acto de humillación lo que toda víctima exige a su agresor
para poder perdonarle”.
El libro se lee con fluidez, la prosa es simpática y
clara, y el cierto desorden de materiales en realidad es una estrategia de
estilo para permitir al lector dudar de todo y reflexionar con voz propia, una
manera de decirle que también él puede opinar. Decíamos que hay toda una
reflexión transversal que pone en duda las teorías de pensadores profesionales
y elogia la duda, la perplejidad, el desmentirse uno mismo, en pura tradición
“Montaigne”. Subyace aquí, recordémoslo una vez más, esta vocación de libre
pensador de JL, a la que nos invita de manera explícita pero también con los
recursos de su prosa.
Juan Carlos Hernández-Clemente. Madrid.
Francesc Borrell.
Barcelona.
Scruton R. Usos
del pesimismo. El peligro de la falsa esperanza. Ariel filosofía. Barna 2012,
217 pág.
Un libro a favor del pesimismo solo podía editarse en una
época o momento histórico marcado por la crisis. ¿A favor del pesimismo? Su
autor, Roger Scruton, profesor de filosofía en la Universidad de Oxford, sin
duda estaría en desacuerdo. A su leal entender hay que cultivar “la dosis
ocasional de pesimismo con la que atemperar las esperanzas que de otra manera
podrían arruinarnos”, “la voz de la sabiduría en un mundo de ruido” (pag
24). El libro nos alerta constantemente
contra el optimista “sin escrúpulos”, el fanático del optimismo, al que Scruton
imputa buena parte de los desastres actuales.
La persona sensata calcula el coste del error, de la apuesta fallida, y evita
la falacia del “mejor caso posible”, por ejemplo pensar que ganaremos un concurso
literario por el hecho de que nos hace mucha ilusión presentar nuestra novela…
Sustituimos la realidad por un sistema de “ilusiones complacientes” (pág. 30).
Según la falacia del “nacido libre” nuestro sino es el
éxito. Basta con dejar al niño que despliegue sus aptitudes para que triunfe.
Cuando eso no ocurre, véase el fracaso escolar, es que hay una entidad
superior, pongamos el Estado, pongamos otra autoridad maléfica, que procura el
descarrilamiento de los infantes, por ejemplo para tener mas mano de obra sin
cualificar y barata. Para Scruton este razonamiento es pueril y una muestra de
este optimismo ideológico. Una dosis de pesimismo, nos dice, nos devuelve a la
dura realidad: solo se obtienen resultados académicos con sacrificio. Otra
consecuencia de esta falacia es la que llama “terapia liberacionista de RD
Laing” (pág 60), que como saben nuestros lectores lideró el movimiento
antipsiquiatría de los años 70. El
esquizofrénico era el individuo que se aferraba a su autenticidad. Los niños
educados en libertad serán creativos y felices… ¿Y cuando eso no ocurre? En tal
caso se echa la culpa a otros, aunque sea mediante falsos recuerdos de abusos
infantiles (transferencia de responsabilidad).
Pero aún es peor la falacia de las utopías. “Hay una tendencia
en el interior de cada religión para abrazar el absurdo, como una estrategia
para cancelar el mundo y sus imperfecciones”, (pag 64). La utopía, una vez
construida, es inmune a la crítica, una prueba de que “la sinrazón es
infinitamente renovable” (pág 65). Las
utopías se asientan en crear una unidad perfecta, y esta unidad autoriza al uso
de la violencia, por ejemplo para confiscar la propiedad privada, eliminar
fuentes de contra-poder, etc. Es curioso constatar en este punto una
coincidencia con Sloterdijk, cuando afirma que
“en cada experimento totalitario encontramos que el primer acto del
poder centralizado consiste en señalar a ciertos grupos de la sociedad que
merecen ser castigados” (pág 73). Y aunque el utópico sabe que la realización
de la utopía debe retrasarse permanentemente, renueva su compromiso mediante
sacrificios y víctimas que purifican la imagen de la utopía.
Mediante la falacia de suma cero si alguien gana es que
otro pierde. No se crea el valor, sino que se distribuye el existente. De lo que se deduce que justicia e igualdad
son lo mismo. Los ricos son ricos porque
roban a los pobres. Mediante esta falacia, nos dice Scruton, los pobres se
cargan de resentimiento, y se ponen en marcha una serie de mecanismo sociales
de enrasar “por abajo” , de evitar que la gente destaque, y en definitiva
procurar la mediocridad. Esta sería a
criterio de Scruton los movimientos modernos de pedagogía, que persiguen la
excelencia para aniquilarla en favor del gregarismo (pág 92-95).
Cuando el lector llega a la “falacia de la
planificación”, según la cual los optimistas creen que se puede avanzar
mediante un plan colectivo bajo las órdenes de una autoridad central, el
lector, digo, empieza a sospechar que Scruton no nos habla de “cualquier”
optimista, sino que nos está hablando del optimista político, mas en concreto
del socialista, progresista- indignado, o lo que sea. Los dos siguientes
capítulos confirman el aserto: falacia del progreso continuado, (le llama en
este libro, quizás para disimular, “falacia
del movimiento de espíritu”), y falacia de la igualdad-libertad (también para
disimular la llama falacia de la agregación). Scruton cree que los ideales
revolucionarios franceses, (igualdad, libertad, fraternindad), no pueden darse
al mismo tiempo y con igual intensidad. Cuando en nombre de la igualdad se
cierra un club “solo para hombres”, o el Estado impone la legalidad de las
uniones homosexuales, nos dice el autor, se impone una determinada visión de la
sociedad en detrimento de la democracia. La multiculturalidad sería para
Scruton una peligrosa deriva en esta dirección.
El lector puede sentirse (con razón) molesto en este
punto del libro porque no es de recibo colar una crítica política donde hasta
este momento estábamos hablando –(o creíamos hablar)- de “optimismo cultural”. Los
tres capítulos finales intentan
justificar este vuelco. Por un lado identifica varias estrategias argumentales
mediante la que los optimistas izquierdosos, -(por cierto, ¿no los hay también
de derechas?)- intoxican la opinión
pública: crear “expertos” que justifiquen este tipo de opciones, transferir la
culpa a un grupo o a un adversario para desacreditarlo, usar un lenguaje
hermético que dé la impresión de autoridad, y usar cabezas de turco. Aplica el
esquema a cuestiones como el divorcio, el aborto o la igualdad de género al
punto que el propio Scruton apela a que no se le confunda con “un viejo carca”
(capítulo 9).
Ahora bien si el lector tiene paciencia y avanza al
siguiente capítulo ve aparecer la tesis fundamental de Scruton: el pensamiento
optimista, (socialista- progresista añadimos nosotros), proviene del
pensamiento tribal del Neolítico. En la tribu, argumenta el autor, la persona
queda sumida en un yo colectivo en el que precisa de un optimismo ciego, confía
en un líder mesiánico y cree en todas las falacias que hemos mencionado mas
arriba. El pensamiento optimista “sin escrúpulos” sería un tipo de locura que
expresaría “los honestos intentos de nuestros antepasados por hacer las cosas
bien” (pág 191). ¿Hay entonces esperanza en el
“intento de insertar el precioso virus de la duda en el sistema
acorazado e inmune de la ideología progresista”? (pág 192).
Scruton responde afirmativamente y para ello contrapone
la ciudad a la tribu, la sociedad civil a la sociedad religiosa, el Occidente
ilustrado al Islam dogmático. La tesis fundamental es la siguiente: la sociedad
tribal antepone la cohesión social a las posibilidades de cooperación debido a
las condiciones extremas en las que habita, donde no hay resquicio para el
ensayo-error. Pero las sociedades avanzadas han dado un giro moral consistente
en primar el perdón por encima del castigo y la humillación. El paso del
Antiguo al Nuevo Testamento es el paso de una sociedad vengativa a una
reparativa, y solo esta última está capacitada para modelos avanzados de
cooperación. Significa también entender la felicidad como un camino de sacrificio,
el perdón y la renuncia a la venganza como uno de estos sacrificios, y la
ironía como una forma de perdón (pág 204-6). Pero una visión mas real de
nuestras vidas se acompaña de menos pasión por las utopías, lo que sitúa a la
persona moderna en relativa desventaja frente al optimista dogmático.
F. Borrell, Barcelona.
RUBRICA IATROS:
Scruton. Libro
valorado: Usos del pesimismo
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Concepto
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Puntuación
sobre 10
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Comentarios
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Interés
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6,5
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Interesará a
libre pensadores y personas estudiosas de las ideologías y formas de
adaptarse a la crisis actual.
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¿Volverías a
leerlo?
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5
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Solo párrafos
concretos
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¿Realiza
aportaciones significativas?
|
4,5
|
Desmitifica
el pensamiento intuitivo, nos alerta de las raíces tribales del pensamiento
“optimista”, pone en valor el sacrificio y el esfuerzo.
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Webs de
interés.-
MATERIA
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Juan Medrano Albéniz, Bilbao.
Mabel Marijuán Angulo, Bilbao.
Artículo
comentado.-
Aún resuenan las protestas de Giovanni Papini por el hecho de que la Ciencia se queda con los problemas concretos y de fácil respuesta para endosar a la Filosofía los más complicados o irresolubles (1). Sin embargo ocurre con asiduidad que las soluciones que nos propone la Ciencia no acaban de satisfacernos, y nos vemos obligados a recurrir en alguna medida a la filosofía para repensar la realidad. Este es el caso de la enfermedad celíaca (EC), que nos comentan Diaz y cols (2).
Hasta la fecha la enfermedad tenía unos marcadores biológicos incontestables, y por tanto la línea entre lo normal y patológico se dibujaba con precisión de geógrafo. Los autores del artículo que comentamos (2) nos advierten sin embargo que cada vez “hay más evidencias sugerentes de la existencia de una nueva entidad: la sensibilidad al gluten no celiaca (SGNC) Durante muchos años, estos pacientes han sido incorrectamente diagnosticados de síndrome de intestino irritable (SII), depresión o fibromialgia, manteniéndoles en dieta con gluten y, en algunas ocasiones, siendo remitidos a Psiquiatría”.
No reproduciremos aquí los criterio diagnósticos de esta nueva enfermedad, pero sí van a interesarnos varios aspectos:
a-Se trataría de un padecimiento que en parte nos dibuja la EC pero en una escala “minor”: diarreas que asemejan el síndrome del intestino irritable, pero también, por orden de frecuencia, “falta de concentración, cansancio, eccema y erupción cutánea, cefalea, artralgias y mialgias, calambres musculares, depresión y anemia”. La EC sumada a la SGNC podría afectar a un 10% de la población general, con una mediana de edad de inicio de 40 años (intervalo de 17 a 63), es decir, dejaría de ser una enfermedad netamente pediátrica.
b-Si hasta la fecha excluíamos a los pacientes que presentaban anticuerpos negativos ahora ya no resulta posible. La certeza de que el paciente padece SGNC será una biopsia intestinal mientras se está consumiendo dieta con gluten. Como esto no lo vamos a hacer en el 10% de la población nos queda el ensayo-error: poner y quitar la dieta de gluten y ver qué ocurre. El peligro de sobrediagnosticar es evidente, y de ello nos advierten los autores del trabajo: “conviene conocer y estudiar mejor antes de dar mensajes contradictorios y de establecer dietas injustificadas”.
Desde la perspectiva filosófica, ¿hemos alterado la “esencia” de la enfermedad celíaca o hemos añadido una nueva entidad (SGNC) a la taxonomía? En otras palabras, ¿podemos estar describiendo formas leves de EC, o estamos describiendo una nueva entidad? En el primer caso estaríamos ensanchando el espectro de la enfermedad, (las notas fenomenológicas), sobre una misma base fisiopatológica y molecular, (que actuaría de “suelo” ontológico, donde residiría la “esencia” de la definición). Sin embargo tal parece que la base genética no es imprescindible, y tampoco hay un solo camino fisiopatológicos. Personas de base genética dispar llegan a una expresión sindrómica mas o menos parecida por caminos fisiopatológicos diversos. Al final el “suelo” ontológico es “retire usted el gluten y verá como desaparecen los síntomas”.
Este suelo ontológico queda mejor asentado si apelamos a un “supramodelo” según el cual nuestra especie estaría expuesta a proteínas de difícil digestión a las que se adapta con gran esfuerzo y penalidades. El gluten sería una de las muchas sustancias que provocan este esfuerzo metabólico. Este supramodelo abogaría entonces por encontrar nuevas sustancias para las que se describirían los efectos clínicos. Es curioso que hemos cambiado el modelo metafísico y el cambio no resulta inocuo, pues nos cambia también la percepción de la enfermedad. La enfermedad celíaca ya no es un defecto genético (paradigma de la EC hasta hoy), sino una agresión del entorno, (proteínas inadecuadas a las que nos vamos adaptando a lo largo de milenios). Este modelo metafísico nos invita además a:
1.- Encontrar nuevas proteínas de comportamiento similar: “en tal sentido, se ha descrito que los fructanos, hidratos de carbono que se encuentran en el trigo y que son pobremente absorbidos, también pueden inducir sintomatología similar a la del SII” (2).
2.- Refinar nuestra alimentación apostando por productos no forzosamente “naturales”, sino por productos debidamente “refinados”. Este choque de paradigmas, (el famoso paradigma de lo “natural” versus lo “artificial”), puede llevar fácilmente a personas de pensamiento ideologizado a atacar o mirar con suspicacia esta reformulación del espectro celíaco. Una parte de esta suspicacia puede estar justificada si se aprovecha la alarma que puede generar en la opinión pública para lanzar productos alimenticios caros y poco o nada justificados. Esta afirmación es meramente hipotética y será interesante ver en un próximo futuro si se confirma (3).
Los modelos metafísicos desde los que pensamos la realidad tienen otras resonancias muy interesantes. En el caso que nos ocupa:
a)Para el clínico: hace menos obvia la línea entre lo normal y lo patológico a efectos del gluten como a efectos de otras intolerancias. El síndrome del intestino irritable deja de ser una entidad oscura (y como tal, “de psiquiatra”, obsérvese la apelación que hacen Díaz y cols. supra), para naturalizarse, (sería una expresión del esfuerzo adaptativo).
Además al constatar que algunos pacientes con síntomas poco definidos mejoran al retirarse el gluten de su dieta, provoca en el clínico una reflexión biológica donde antes quizás solo habitaba otra de cariz psicosocial.
b)Para el investigador. Puede aplicar conocimientos que ya existen en relación a situaciones parecidas, esfuerzos de adaptación genéticos y metabólicos de nuestra u otras especies animales. El mapa conceptual se enriquece notablemente y se generan nuevas hipótesis: ¿hay otros cereales en los que ocurra algo similar a nivel humano o de otras especies?, ¿hay estrategias moleculares similares?, ¿podemos encontrar anticuerpos de rasgos similares cuya mera presencia nos deba hacer sospechar en otras proteínas que tengan comportamientos agresivos similares?, etc .
Para acabar, el caso de la enfermedad celíaca nos muestra como hemos sido capaces de poner en cuestión un paradigma muy sólido de enfermedad basada en un defecto genético para construir un modelo adaptativo menos preciso pero mas fructífero. Ello abre dificultades para el clínico, que debe reconstruir su guión (“script”) de enfermedad (4), complica la línea que separa lo normal de lo patológico, y dentro de lo patológico, los diferentes padecimientos, y puede dar pie a soluciones terapéuticas en las que predomine la visión de “negocio”.
Francesc Borrell, Barcelona.
Vicente Morales, Sant Pere de Ribes.
NOTAS.-
1) Papini G., Pragmatismo. Ed Cactus, Buenos Aires, 2011. Obra original fechada en 1904. 2) Díaz Marugán V, Magallares García L, Fernández Caamaño B, Alcolea Sánchez A, Alonso Canal L, Polanco Allue I. ¿Puede ser el gluten perjudicial en pacientes no celiacos? Evid Pediatr. 2013;9:1.
http://www.evidenciasenpediatria.es/DetalleArticulo/_LLP3k9qgzIh7aNQBiadwmcEHytVoiLMhc1TXy9MJ0TRUR3wYDDHdaLPTzCm2cl3v2NcjxqC8gLocSzbokkM2Lg#articulo-completo
3) Podemos aseverar que en el mundo estrictamente médico esta polémica es difícil, pues dominan los elementos pragmáticos (curar) por encima de los abstractos (estilo de vida), y que será en el momento en que se propongan soluciones de tipo industrial (si llegan) que se producirá.
4) Schmidt HG, Rikers RM How expertise develops in medicine: knowledge encapsulation and illness script formation. Med Educ 2007 Dec;41(12):1133-9. Epub 2007 Nov 13.
Vídeo
recomendado.- ¿Para qué sirve la Atención primaria?
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